Hace muchos años, decidí actuar en contra de lo que para
mí eran las injusticias, me afilie a un sindicato de clase siendo muy joven, apenas
con 15 años, y me rebelé contra aquella realidad que como un mandato divino se
me imponían en mi condición de persona de la clase trabajadora. Era la época de
la lucha obrera, después de morir el dictador, teníamos la posibilidad de
construir una nueva ciudadanía, una vida con derechos intocables, derechos que
proporcionaban a las personas una vida más digna.
A quienes nunca tuvieron nada, les era, y les es, difícil
conseguir los derechos que les son por naturaleza. Solo tras la lucha llega la
conquista, por eso la historia de la clase trabajadora es una historia de lucha
continua. Cualquier derecho, cualquiera, ha sido conseguido a cambio de
huelgas, de represión, de despidos, de lucha, y estos derechos fueron, y han
sido, conseguidos siempre participando organizadamente bajo las siglas de los
sindicatos y partidos llamados “progresistas de izquierdas”.
Conquistamos en los primeros años de la democracia
derechos que otros países ya hacía tiempo que los disfrutaban. En España,
primero se tuvo que acabar con la dictadura que mataba y encarcelaba por el
solo motivo de nombrarlos. Esa fue la maldita causa de que su consecución fuese
más tardía que en resto de Europa. Causa tras la que se encontraba muy a gusto
la derechona que sustentaba a aquel régimen fascista.
La Historia nos enseña que si ha habido grandes
conquistas sociales siempre ha sido porque la izquierda había llegado al
gobierno o había presionado con éxito a los gobiernos conservadores,
derechos laborales, estado de bienestar, reparto de la riqueza, la libertad en
las relaciones de pareja etc.… Y muchas conquistas que aún están por llegar y
que hoy se encuentran en plena reivindicación llegarán con la mando de gobiernos
de izquierdas o no llegarán.
Recuerdo algunos de los éxitos, de estas conquistas -me
emociono al recordarlo-. Creíamos (ilusamente) que como ya eran nuestros, eran
inamovibles, Uno de los últimos, la Ley de plazos, la Ley Orgánica 2/2010, de 3
de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del
embarazo que permite a las mujeres decidir sobre su voluntad de querer o no ser
madres y cuándo serlo. Obviamente, llegó de la mano de un gobierno socialista.
Aún retengo en mi retina los abrazos de las diputadas y de los diputados cuando
el Congreso aprobó esa ley. Abrazos de alegría por la conquista que suponía
para nosotras, las mujeres, tener un derecho que la Constitución se negó a consagrar
explícitamente en su texto, y, dejarnos así sin la posibilidad de un derecho
fundamental.
Hoy, tres años después y después de a que el PP,
el mismo que ahora gobierna, siendo oposición recurriera ante el Tribunal Constitucional
aquella ley, como recurrieron otras que recogen muchos derechos de
ciudadanía, hoy, como decía, este derecho logrado tras la lucha y las
reivindicaciones del movimiento feminista, está en peligro, está en peligro el
derecho (a la libertad de decidir –de ese derecho, del de la libertad, nace el
acto de decidir, si no hay libertad no es posible decidir) a decidir de las
mujeres, libertad para poder determinar si realiza una acción o la contraria:
intentar se madre o no, llevar a delante un proceso de gestación o renunciar e
él, etc.. No voy a repetir lo que durante estas semanas estamos leyendo a favor
de esta ley, esta ley de plazos, personas expertas explican cómo no hay ninguna
necesidad de tocarla. Una ley, que sobre todo, devolvía a las mujeres un
derecho fundamental de la libertad, su derecho a a elegir ser o no ser madre.
Yo muchas veces me hago esta reflexión ¿Por qué la
derecha, la derecha política, con su alidada la iglesia roba, entierra,
destruye, aquellos derechos que creíamos conseguidos e incorporados a nuestro estatus de ciudadanía? Sin embargo, ni
la derecha, ni la iglesia, se manifiestan en contra de las desigualdades, ni
legislan contra la pobreza, el hambre, la violencia etc.…
¡Qué ingenua!, pensaba que habíamos conquistado derechos,
derechos intocables, derechos que nos devolvían la dignidad, que nos hacía mas
equitativas a todas las personas; pensaba que lo habíamos consolidado. Hoy
vemos…como se descompone este estado social conseguido a base de luchas y de
la solidaridad; hoy, de nuevo, la derecha roba derechos
ante la lucha de una sociedad que se rebela, esperando que de nuevo una nueva
lucha de clases recupere lo que nunca la derecha debió tocar.
Ángela Escribano Martínez
Máster en políticas de
igualdad y violencia de género
Profesora Escuela de
ciudadanía en femenino María Moliner
Militante feminista, afiliada
al CCOO-PV y al PSPV-PSOE
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