La política, en el pensamiento y en la acción necesita un cambio cultural, que supone, sobre todo, un modo de mirar el mundo, un modo de entenderlo, un método, para interpretarlo y contribuir a cambiarlo.
Venimos de muy lejos, la izquierda, los socialistas venimos y formamos parte de una tradición política que siempre ha estado por el progreso, por el progreso en la igualdad y la libertad, hemos tenido instrumentos teóricos, sujetos históricos- capital social receptivo e implicado-, adversarios localizados y concretos.
Hemos estado unidos, en el ancho campo de la izquierda, trabajando contra tres grandes desafíos: la impotencia, la pobreza y la ignorancia. En torno a esos tres retos ha girado nuestra acción política, a ellos responde la configuración histórica del Estado nacional, el Estado del bienestar y las sociedades del conocimiento, como dice Daniel Innerarity –a quien seguimos en este razonamiento-, “en las sociedades del conocimiento, la información y el conocimiento son los grandes asuntos del poder”. En una sociedad compleja, plural, con profundos procesos de individualización negativa, de fragmentación, los socialistas debemos elegir entre la “autoridad ignorante o la deliberación inteligente”.
Dice este mismo autor. “Buena parte del malestar que genera la política se debe precisamente a la impresión (la impresión) que ofrece de ser una actividad poco inteligente, de corto alcance, mera táctica oportunista, repetitiva hasta el aburrimiento, rígida en sus esquemas convencionales y que sólo se corrige por cálculo de conveniencia.” Tiene razón, convivimos con nuestra inercia, con nuestras patologías, pensando que no tienen cura, como gravadas a sangre y fuego, inamovibles, mientras la sociedad se dinamiza en todos los ámbitos, científicos, culturales, económicos y tecnológicos, ¿qué innovaciones aportamos a la sociedad?, hace demasiado tiempo que el ingenio no procede de esta tarea que, sin embargo, nos apasiona, que nos atraviesa y que, en el fondo, sabe de su importancia, del papel que debe jugar para hacer a sus gentes más libres y más cultas.
Creo que deberíamos convencernos de que los saberes, las ideas, la argumentación y el conocimiento deben formar parte de nuestra cultura política. Permítanme resaltar, siguiendo al autor citado, brevemente, las notas o propiedades que deben informar la (nuestra) acción política: la reflexibidad, la flexibilidad, la deliberación, la innovación, la autolimitación y la cooperación:
REFLEXIBIDAD
Muchos problemas que debemos afrontar tienen difícil solución, no encontrar la respuesta más adecuada no obedece, necesariamente a una mala voluntad de nuestro adversario político o a su incompetencia, eso la ciudadanía es capaz de entenderlo.
"Como dice Olson, nuestro gran desafío consiste en conseguir una “democracia reflexiva” que institucionalice la reflexividad en los ciudadanos, los partidos, las instituciones y el sistema político en general. Únicamente así podríamos abrir nuestras prácticas políticas al largo plazo, la compatibilidad y la construcción pluralista del mundo común.” “Por eso uno de los mayores desafíos actuales consiste en introducir procedimientos de reflexión en una vida política que suele estar dominada por lo inmediato: por la tiranía del presente, la inercia administrativa o la desatención hacia lo común.”
La DEMOCRACIA REFLEXIVA amplia nuestro horizonte de pensamiento, nos permite mirar las cosas con perspectiva, desprendiéndonos de adherencias que distorsionan la construcción de los proyectos emancipatorios.
FLEXIBILIDAD
En el sentido de que las correcciones inteligentes, sobre nuestras convicciones, nuestro modo de pensar y de actuar, nuestras prioridades deben ir más allá de una mera adaptación dirigida a la simple supervivencia. Nuestro comportamiento político, nuestra cultura política se modifica porque la consideramos más justa y equilibrada. Sólo tendrá sentido un cambio, no únicamente como reacción a un impulso exterior, sino por nuestra disposición flexible a cambiar “convicciones, preferencias o conocimientos.”
La DEMOCRACIA FLEXIBLE no significa debilidad de los principios, sino precisamente admitir la riqueza de los mismos. La apuesta por las “Primarias abiertas a la ciudadanía”, no puede ser una salida meramente oportunista, debe asentarse en la convicción de que la democracia y los partidos deben buscar su encuentro, madurez y calidad.
DELIBERACIÓN
Creemos en una democracia deliberativa, pues gira en torno a una idea que “subraya la centralidad de los procesos y las instituciones para formar una voluntad común frente a un modelo de democracia entendida como negociación de opiniones y preferencias ya establecido. La esfera pública es un espacio donde podemos convencer y ser convencidos, o madurar juntos nuevas opiniones.”
En el modelo republicano de esfera pública, que en su momento, Rodríguez Zapatero abrazó con convicción y que debería ser fuente de nuestro cuerpo de pensamiento, “(…) lo que está en primer plano no son los intereses de los sujetos ya dados de una vez por todas o visiones del mundo irremediablemente incompatibles, sino procesos comunicativos que contribuyen a formar y transformar las opiniones, los intereses e identidades de los ciudadanos.”
En la deliberación está “la justificación” de la democracia. Debemos crear instrumentos y procedimientos de DEMOCRACIA DELIBERATIVA, frente a la idea minimalista de una democracia como mero procedimiento para la agregación de intereses egoístas, la deliberación nos permite construir un nuevo espacio público, dándole a la democracia el valor de búsqueda de la razón justa, la razón común.
INNOVACIÓN
Si hay deliberación podemos aspirar a una acción y democracia creativa. Es verdad que la política, atrapada en la inmediatez, en la tiranía del presente, no parece un campo propicio para la innovación, es difícil tener perspectiva, tener proyección, nos manejamos con programas en lugar de proyectos. Si perdemos el imaginario político, nos queda “gesticulación sin perspectivas”, quizá, la satisfacción de pequeñas ambiciones personales.
La innovación procede siempre de que alguien se preguntó si lo hasta entonces dado por válido se ajustaba a las nuevas realidades. Una sociedad tan rica, tan compleja, tan rápida y constantemente evolutiva, innovadora, exige una transformación cualitativa de la democracia, de la política.
La DEMOCRACIA CREATIVA nos ofrece la dimensión histórica de la misma, su riqueza está en ser una obra humana inacabada, cada día la democracia está expuesta a muchas contingencias, cada día la democracia requiere de acciones humanas que innovan y la recrean.
AUTOLIMITACIÓN
La presunción de que siempre tenemos razón es, quizá la mayor fuente de nuestras torpezas, cuando todas las opiniones tienden a constituirse en absolutos y prescindir de otras, aparece la unilateralidad deformante.
Ante ese proceder debemos ser capaces de ponernos límites, corregir nuestra propia deformación, perfilar estrategias que promueva esa autolimitación en beneficio de todos y todas.
Si somos capaces de actuar de este modo, crearemos condiciones para trabajar de un modo cooperativo, coordinado, de un modo, en definitiva, más adecuado a la complejidad social, que requiere de confianza, autolimitación, empatía y perspectiva.
La DEMOCRACIA AUTOLIMITADA apela a los límites que alberga la propia idea de democracia, no es una llamada a un relativismo paralizante, si a reconocer que podemos cometer excesos, que podemos utilizar arbitrariamente el poder, que nuestras decisiones pueden producir efectos perversos y destructivos.
COOPERACIÓN
Termino, dice el autor citado: “es una señal de inteligencia política atreverse a jugar el juego del poder compartido y recíprocamente limitado de la cooperación.”
Deberíamos ser conscientes de que “(…) se gobierna menos y peor en función de la sola lógica del poder(…)”, debemos buscar fórmulas de gobierno que superen “la unilateralidad, la jerarquía y la homogeneidad”, si queremos, sinceramente, sintonizar, formar parte de modo eficaz de quienes contribuyen a cambiar e influir en los destinos de la ciudadanía, debemos hacer política desde la multilateralidad, la cooperación sin jerarquía y la pluralidad, eso es lo que requiere un mundo complejo, una sociedad compleja, lo demás es un reduccionismo paralizante y conservador, la cooperación es el mejor procedimiento para maximizar el propio interés.
La DEMOCRACIA COOPERATIVA nos permite buscar las fuerzas con las que realizar nuestros propios proyectos, la cooperación debe partir del reconocimiento de que el poder está compartido entre muchos actores y territorios. Las fórmulas de poder jerárquico a partir de unas competencias, un territorio y una población, ya no sirven. Tampoco las separaciones entre lo público y lo privado.
En definitiva, termino con Innerarity, “(…) frente al discurso dominante que habla de que el agotamiento de las ideologías erige el interés como único protagonista de la vida política, tal vez sea precisamente lo contrario: sin ideologías cerradas se abre el espacio para las ideas, es decir, para la política como actividad inteligente.”
Por Francisco Sanz
Abogado y militante socialista.
Miembro de Foro Ético y de la asociación cívica valenciana Red Pública.
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