lunes, 18 de febrero de 2013

ALGUNAS CAUSAS DE LA DESAFECCIÓN CIUDADANA HACIA LOS POLÍTICOS Y LA POLÍTICA.

Entre la bipolaridad del reconocimiento del arduo trabajo que muchos realizan y el desprecio por la forma en que otros entienden lo que es el servicio público, trato de recoger en estas líneas algunas de las múltiples causas de la desafección ciudadana hacia la política.


Es evidente, se quiera o no reconocer, que la gente, la ciudadanía, ese pueblo en el que reside la soberanía está harto de política y de políticos. Acontecimientos como los de este fin de semana pasado en el que dos conocidos representantes del PSOE han sido expulsados de una manifestación ciudadana a la que concurrían como ciudadanos de “a pie” son reflejo, no excusa, de esa situación.


La mayor parte de la ciudadanía cuando habla de “los políticos” lo hace respecto de los que tienen una determinada relevancia pública, no es común hacer referencia a esos miles de ciudadanos concejales y alcaldes de “su pueblo” que no comparten ninguna de las características de la mal denominada clase política y que, en su mayoría, no perciben mas remuneración por su trabajo que la satisfacción del deber cumplido para con sus conciudadanos.
Ya se ha dicho en muy distintos sitios, aunque no está de más repetirlo, pues muchos siguen hablando de los casi medio millón de políticos que hay en España (y que en realidad no son ni una tercera parte) y de sus sueldos y jubilaciones millonarias, que la gran mayoría de esos concejales de ayuntamientos de España lo son “gratis et amore” al arte político en este caso, sin que tengan remuneración alguna por un trabajo que les lleva una importante parte de su tiempo libre.

Y es que, aunque algunos hechos se empeñen en desmentirlo, lo que hay son clases de políticos como clases de fontaneros, de abogados, de médicos, buenos y malos, honestos y deshonestos, eficaces e ineptos.


Pero las cosas se han venido haciendo mal desde hace demasiado tiempo y el hecho de que casi un 90% de españoles sientan que los “políticos” son una clase aparte de los demás, que no sufren ni padecen las necesidades del común de los ciudadanos, que se forran en sus cargos, que solo les interesa su prevalencia en el poder y que todas las decisiones que toman solo miran a la perpetuación de su situación de privilegio, no es algo surgido de la nada.


La gente tiene la sensación de que la crisis, causante de los profundos cambios a peor de su situación relativa, la han producido en buena medida los políticos, bien directamente con actuaciones carentes de sentido común, bien consintiendo actuaciones que bajo ningún punto de vista debieran haberse tolerado.


La gente está harta de los privilegios en forma de coches, desayunos, comidas y cenas oficiales, precios reducidos, compensaciones en IRPF, en Seguridad Social  o ayudas a la jubilación. La gente está harta de que cuando un alto cargo de la Administración deja el cargo, las empresas privadas están esperándole como “oro en paño” para ofrecerle sustanciosos contratos con sueldos astronómicos. Todas estas ventajas son  “la gota que colma el vaso”, ese vaso lleno de desánimo, de estupor, de incomprensión de una ciudadanía que creía vivir en un país del primer mundo con prestaciones sociales acordes con un estado de bienestar y que, de la noche a la mañana, ha visto como eso se esfumaba y empezábamos a ser un país de tercera división.


La gente está harta de que los políticos contraten a sus afines, no ya en el desempeño de cargos estrictamente políticos sino en esos que “rodean” el ejercicio de la política, esa pléyade de cargos eventuales que, en la Administración Pública y a la sombra del político de turno, trabajan sin haber tenido previamente que demostrar, en el acceso a su puesto, ni mérito específico ni capacidad concreta. Si dicha potestad nunca ha estado bien vista, con casi seis millones de parados se vuelve ultrajante. No hay, que se sepa, a la vista ninguna norma que prohíba este flagrante incumplimiento de la Constitución, a la que tanto se apela para otras cosas.


La gente está harta de que siempre sean los mismos los que están en todos lados, lo hayan hecho bien, mal o regular. Lo que entronca muy directamente con la escasa democracia interna en el  funcionamiento de los partidos. Es evidente que no se premia el trabajo bien hecho sino la fidelidad mal entendida, se premia con un lugar en las listas electorales  no a los mas trabajadores, a los más preocupados, a los más capaces en los distintos sectores, sino a aquellos que mejor se mueven en los intríngulis de la organización, aquellos que mas asienten a las palabras del líder o aquellos que más se subordinan al criterio del superior.


La gente está harta de que no se la escuche, de no saber quien son sus representantes porque estos se eligen en el seno de los partidos con muy escasas garantías democráticas  y , a sabiendas de esto,  no se espera un cambio en la regulación electoral que permita a los ciudadanos participar más activamente en la configuración de las listas.


La gente está harta de que en campaña electoral todo parezca preocupación por el sentir ciudadano y una vez acabada se olviden las promesas e incluso se tomen decisiones contrarias a lo prometido. Tampoco existen iniciativas en el sentido de exigir que se cumpla con los compromisos.


La gente está harta de que no se planteen soluciones concretas para problemas concretos, que no se den explicaciones, que no se aporten datos, que no haya transparencia en el funcionamiento de la Administración, ni en el del Congreso o Senado ni en el resto de las instituciones.

La gente está harta de que se mire para otro lado, cuando no se oculte o se niegue,  cuando los que cometen irregularidades son los del propio partido en tanto que se engrandece cualquier resbalón del contrario y está harta del compadreo, del amiguismo, de la endogamia que se percibe entre los representantes de la ciudadanía cuando de perpetuar sus privilegios se trata. No se ven denuncias contra los claramente implicados en casos de corrupción, denuncias que debieran surgir de las propias filas.


A toda esa hartura, repito, no se ha llegado gratuitamente, han hecho falta años de comportamientos poco éticos y poco estéticos por parte de algunos, con la connivencia de   otros, el desconocimiento de muchos y la ceguera interesada, por una u otra razón, de los que podrían haberlo parado. No creo que sea tarde para enmendar errores, habrá que empezar por reconocerlos, decirle a la ciudadanía cuanto de culpa ha tenido y tiene cada quien en cada organización y tras la reflexión pertinente empezar a poner remedio a todos los obstáculos que impiden que el pueblo soberano se sienta realmente representado por aquéllos a quienes elige para hacerlo.


Por ello y para ello, unos cuantos internautas, profesionales de las más variadas actividades, nos hemos reunido en Foro Ético, lugar de encuentro al que invitamos a todo el mundo, y desde el que vamos a proponer actuaciones concretas para evitar esas causas de hartazgo a que me vengo refiriendo.

Es la democracia lo que está en juego, no creo que podamos permitirnos olvidarlo.

Otilia Armiñana Villegas



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3 comentarios:

  1. Creo que una de las cosas que más valoraría la ciudadanía en este momento, en un partido, es que reconozca lo que ha hecho mal, de forma abierta, y a partir de ahí transparencia, fuera corruptos y arribistas y nuevas caras.
    El "y tu más" que oímos cada día en todos los partidos es un error nefasto que produce una reacción totalmente opuesta a la que pretende el que lo dice. Los que lo oímos entendemos "y yo más".
    Hace falta que el PSOE se reinvente, abra sus puertas, y se acerque de verdad a la gente. No pueden seguir los mismos que llevan en la cupula del partido años y años.
    Me ha gustado la claridad del artículo, Oti.

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  2. Los votantes del PSOE estan hartos de que los engañen haciendo politicas de derechas y siguiendo haciendolas en los mismos sitios que gobiernan.

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  3. lunes, 18 de febrero de 2013ALGUNAS CAUSAS DE LA DESAFECCIÓN CIUDADANA HACIA LOS POLÍTICOS Y LA POLÍTICA.



    Entre la bipolaridad del reconocimiento del arduo trabajo que muchos realizan y el desprecio por la forma en que otros entienden lo que es el servicio público, trato de recoger en estas líneas algunas de las múltiples causas de la desafección ciudadana hacia la política.

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