sábado, 8 de marzo de 2014

No queremos ser supermujeres.

Que las mujeres hemos evolucionado mucho en los últimos tiempos y hemos conseguido grandes avances en la reivindicación y consecución de nuestros derechos hacia la igualdad de género es algo que queda fuera de toda duda. Que ese camino es largo y nos queda mucho por recorrer, tampoco cabe duda, sobre todo cuando últimamente nos están obligando a desandar algunos pasos que creíamos ya conseguidos. 


Cuando me planteé escribir para reivindicar el día de la mujer trabajadora, recordé en seguida un artículo que leí hace algún tiempo, que define perfectamente el que creo que es el quid de la cuestión de la igualdad de género en el punto en el que nos encontramos, y sobre el que no conseguimos evolucionar. Se trata de Why women still can have it all (Porqué las mujeres todavía no pueden tenerlo todo) de Anne-Marie Slaughter.

Recuerdo que por aquella época algunas de mis amigas, e incluso yo misma, habíamos llegado a la etapa de frustración de: “soy un desastre, he fracasadao como mujer, como madre y como trabajadora, no respondo en nada y físicamente no me reconozco”. Los niños, el trabajo, la casa, el colegio, las clases extraescolares, el gimnasio, la comida, la dieta... Nos habían superado, nos estábamos dando cuenta de que no éramos superwomen.

Nos habíamos creido que podíamos con todo. Estábamos convencidas, especialmente como mujeres de izquierda y de clase trabajadora, que podríamos y lo íbamos a demostrar. Ibamos a triunfar en nuestra carrera profesional, a la vez que críabamos unos hijos estupendos, teníamos una vida estupenda en una casa estupenda con nuestras estupendas parejas y además todo eso con gran elegancia y un cuerpo estupendo. Pero no. Especialmente las mujeres de izquierda, hemos confundido feminismo con ser supermujeres: mamá puede con todo y en el trabajo también. 

Habíamos crecido en el podemos con todo, tenemos derecho a todo y lo podemos conseguir todo. Pero no nos especificaron qué incluía todo: el trabajo, el éxito, la familia, el mantenernos espléndidas, destacar por encima de los hombres para poder triunfar y sobre todo la culpa por no llegar a donde nos habíamos propuesto o por hacerlo perdiendo por el camino otras cosas, por no poder compatibilizar vida privada y profesional dedicándole el tiempo y el esfuerzo que ambas requieren. Además las combativas y amantes de la lucha política debemos añadir más a ese “todo”, la dedicación a esa lucha, sea a través de un partido político, un sindicato, una ONG, asociación de padres o cualquier otro tipo de organización.

No sólo cargamos con todo el trabajo, también con la responsabilidad y la culpa ¡y cómo pesa eso en nuestra mochila! Si a ese coctel explosivo le añadimos la grave crisis económica e institucional que estamos padeciendo, entonces todo explota.

Lo difícil que supone compatibilizar vida laboral y familiar de la manera adecuada en situaciones digamos normales, se agrava mucho más con crisis económica, cuando debemos compatibilizar más de un trabajo, cuando somos el único miembro de la familia que tiene empleo, cuando debemos hacer malabarismos para llegar a final de mes...

Y además incrementando la lucha por los derechos adquiridos que nos quieren robar, ahora que los gobernantes se creen con derecho, por ejemplo, a regular lo que pasa en nuestro cuerpo. ¿Recordáis la foto que circulaba de los miembros de la comisión de “expertos “ para redactar la nueva ley antiaborto? No había ni una sola mujer entre ellos. Ni una. 

¿Cuándo se ha cuestionado a un hombre por tener que renunciar a estar con sus hijos por el trabajo? ¿Cuándo se ha despedido, no se ha contratado o no ha promocionado un hombre por el hecho de ser padre?

¿Por qué la mayoría de las mujeres que alcanzan puestos de dirección en las grandes empresas o en la política lo hacen repitiendo los patrones masculinos, y pocas veces apostando por invertir en los valores femeninos? 

¿Para eso era la lucha feminista? ¿Para salir de casa llevándonosla a cuestas? ¿Libertad para lograrlo todo a costa de niveles desorbitados de estrés o depresión por el fracaso? Evidentemente no, ¿entonces? ¿Hemos de renunciar? ¿Nos hemos de ver siempre obligadas a elegir? ¿O es que no nos los merecemos todo? 

Nos merecemos TODO y más. El problema es que no podemos con “todo” en las circunstancias actuales, en los momentos que vivimos y con las condiciones y condicionantes de esta sociedad. Para que podamos con todo, las reglas de juego deben cambiar. Lo que proponía la politóloga del artículo mencionado, y que comparto plenamente, es que hasta que las mujeres no consigamos los puestos de poder, sean públicos o privados, en las empresas y en la política, que nos permitan cambiar esas circunstancias, seguiremos sin poder al menos disfrutar de los avances conseguidos. La verdadera igualdad pasa por colocarnos en esos puestos de poder y cambiar el funcionamiento de este sistema machista en el que ser mujer cuesta el doble o más.

Sarah Alonso
Socióloga, socialista, madre y de Foro ético

1 comentario:

  1. Hola Sarah:
    Un artículo rotundo, completo. No creo que te hayas dejado nada en el tintero, a la hora de enumerar, todas las cargas que lleva a la espalda, más hoy en día con la crisis político/económica, una mujer progresista.
    Ufff menos mal que nací hombre. No creo que hubiera podido soportar, todo lo que aguantáis vosotras.
    Un fuerte abrazo,

    ResponderEliminar

Expón aquí tus opiniones y aportaciones, serán tenidas en cuenta en la elaboración de los documentos de trabajo.