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sabemos qué defienden y a quienes defienden los jerifaltes del régimen y sus
camisas pardas, voceros y demás fuerzas de choque: defienden los bastardos
intereses de una corrupta casta política declaradamente convertida en heredera
de las trescientas familias que vienen dominando Cataluña desde hace unos
cuantos siglos. Y defienden también las migajas de las subvenciones y de empleo
públicos que reparten entre sus bases estabuladas.
Ya ha enviado Artur
Mas su carta a Mariano Rajoy. El lobo ni siquiera trata de parecerse a un
cordero porque lo más significativo de cuanto escribe Mas es amenazar con la
independencia unilateral. El presidente catalán había iniciado el proceso con
una innecesaria convocatoria de elecciones que, a pesar de gobernar en cómoda mayoría,
intentaba disimular una pésima gestión y los recortes que siempre fueron más
allá de los que desde el gobierno central aplicaba el mismísimo Partido
Popular.
Luego, tras el fracaso
en las urnas, se echaron al monte prometiendo el oro y el moro de la
independencia. La pérdida de escaños significó el fracaso de CiU y una
preocupante progresión de ERC, formación caracterizada por su aventurerismo y
que ahora, como en otras ocasiones, se convierte en la sanguijuela de sus
irresponsables compañeros de viaje a quienes jibariza, como ya hiciera con el
PSC de Maragall y Montilla, jugada que está a punto de repetir, esta vez a
costa de Convergencia.
Esas dos fuerzas que
en un penoso ejemplo de degradación democrática monopolizan simultáneamente los
roles de gobierno y oposición, con la complicidad necesaria de la izquierda
renegada, PSC e Iniciativa, conforman lo que se ha dado en llamar el Partido
Único Catalán (PUC), la base política sobre la que se asienta esta especie de
régimen que los catalanes padecemos desde hace ya demasiado tiempo.
A dicha base política,
hay que añadir la que en uno de los frecuentes ejemplos de degeneración del
lenguaje llaman sociedad civil, un enorme conglomerado de organismos y
entidades generosamente subvencionadas con los dineros de todos, que se han
constituido en esta especie de nuevo movimiento nacional, por seguir utilizando
unos términos que nos recuerdan pasadas épocas tan tenebrosas como ésta a la
que podemos estar abocados ahora si las cosas no se remedian a tiempo. Cuentan
además con el apoyo de los medios de comunicación, públicos y privados, pero
siempre comprados o alimentados, al servicio del poder nacionalista, unos
medios que, con honrosas excepciones, son la negación de la democracia y una
verdadera vergüenza para el periodismo.
En ese enjambre de
chupópteros de apenas apariencia democrática pero con auténticas pulsiones
golpistas, la mayoría creados al amparo del poder cuando no directamente por el
mismísimo Govern de la Generalitat, destaca el llamado Consell Assessor para la
Transición Nacional (CATN), un grupo de afectos intelectuales orgánicos bien
engordados que acaba de evacuar (nunca mejor dicho, por las resonancias
escatológicas) un informe en el que apelan a la “legitimidad histórica”,
tratando de justificar una supuesta imagen negativa de España e inventándose
mil y una razones que apuntan claramente a la insurrección en descarada actitud
de quienes se quieren apoderar de la yegua o de lo contrario amenazan con matar
al potro, atinado dicho popular que ya he citado en otras ocasiones.
Por todo ello, a corto
o medio plazo, los catalanes y el resto de los españoles podemos vernos
inmersos en una tremenda crisis política y social añadida a la ya gravísima
crisis económica actual, de persistir el desafío insurreccional en curso,
auténtica situación de emergencia en la que sabemos qué defienden y a quienes
defienden los jerifaltes del régimen y sus camisas pardas, voceros y demás
fuerzas de choque: defienden los bastardos intereses de una corrupta casta
política declaradamente convertida en heredera de las trescientas familias que
vienen dominando Cataluña desde hace unos cuantos siglos. Y defienden también
las migajas de las subvenciones y de empleo públicos que reparten entre sus
bases estabuladas.
Pero, a la izquierda
huérfana por la traición de PSC e Iniciativa, a la inmensa mayoría no
nacionalista de la ciudadanía catalana y al conjunto de los españoles ¿quién
nos defiende?
No nos defienden ni
siquiera los dos partidos mayoritarios con posibilidades de gobierno. No nos
defiende el PP que se limita a la práctica del dontancredismo tan propio del
irresponsable y cobarde presidente Rajoy al que no se le conoce ni una sola
iniciativa para oponer argumentos o tomar decisiones de fuerza legal y legítima
cada vez más imprescindibles ante los desafíos del soberanismo en su permanente
incumplimiento de las leyes, en el desarrollo de planes y en la creación de
estructuras estatales ejecutando inexorable y minuciosamente políticas
encaminadas a declarar la independencia por las malas, que las buenas, aquí y
ahora, no son posibles.
No nos defiende
tampoco el PSOE que no sólo no ha corregido ninguno de los errores perpetrados
durante el período de Rodríguez Zapatero sino que, de la mano de un Rubalcaba
que ni está ni acaba de irse, incapaz de hacer algo útil pese al desastre de
gobierno al que se opone ¿?, sigue manteniendo y apoyando irresponsablemente a
un PSC hundido y atenazado por sus divisiones internas más aparentes que reales
porque ni la dirección actual es capaz de retomar la lealtad al proyecto
socialista abandonando sus complicidades nacionalistas, ni los disidentes más
soberanistas acabarán de irse porque a fin de cuentas todos ellos se aferran al
mantenimiento de la licencia, patente o franquicia socialista con el fin de
seguir engañando a unas cuantas docenas de miles de votantes que aún les
quedan, cada vez menos, para ponerlos al servicio de sus compadres del régimen
catalanista.
Y lo peor de todo es
que el tiempo se agota y que ya es hora de que se levanten, con las armas de la
democracia y con la fuerza de la razón todos aquellos que tienen la
responsabilidad, la capacidad y la obligación de defendernos, empezando por la
ya citada mayoritaria ciudadanía catalana no nacionalista, que pueden y deben
ser lo más importante y los principales interesados en defenderse ellos mismos
antes de verse definitivamente reducidos a la condición de súbditos o de
emigrantes en su propio país por la sinrazón de quienes nos están abocando a la
quiebra social y a la ruina económica que padeceremos durante generaciones.
Pepe Castellano, cofundador del PSC, militante del PSOE y presidente de Ágora Socialista
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