Hace 25 años, en 1988, el intelectual norteamericano Francis Fukuyama publicó su famoso “¿El fin de la historia?”, cuyo argumento principal era que, tras la derrota del “sistema comunista” y la evidente supremacía del capitalismo, el liberalismo económico y político aparecía como el único sistema capaz de dar estabilidad y bienestar al conjunto de la humanidad. Vencido el fascismo en 1945, vencido el comunismo en 1989, liberada al fin de las trabas y los costes derivados de la “guerra fría”, la democracia liberal sería capaz de desplegar todo su potencial y cumplir las promesas que desde el final de la II Guerra Mundial constituían el ideario del mundo libre. Nada más y nada menos.
Ciertamente, la hipótesis de qué habría sucedido si “el sistema comunista” se hubiera visto liberado de los costes de la “guerra fría” no entraba en los razonamientos de Fukuyama. Como tampoco el caso de un hipotético triunfo del reformismo húngaro de 1956 o la “primavera de Praga” del 68. Ni se asoma tampoco su análisis a los efectos que la existencia del llamado “socialismo real” produjo en la creación del Estado del Bienestar en el mundo libre. Esa, debió pensar nuestro hombre, era otra historia.
Con final de la historia o sin él, de lo que no cabe dudar es de que la década “neocon” de Thatcher y Reagan en los ochenta había creado las condiciones para aquel sorpasso histórico. La ofensiva contra el Estado del Bienestar y todo lo que oliera a “público”, es decir, contra cualquier idea o política de igualdad, coincidiendo en el tiempo con la involución de la Iglesia de Juan Pablo II hacia posiciones preconciliares y el enfrentamiento con los movimientos de la “teología de la liberación”, permitió a las derechas mundiales colocar en el imaginario colectivo, lo que siempre soñaron, el mantra, hoy universal, de que no hay alternativa. Sobre ese eje, acríticamente aceptado incluso en el mundo progresista, se ha construido la hegemonía del pensamiento conservador y reaccionario: enriquecimiento sin trabas para unos, caridad asistencial para otros. Es decir, no el liberalismo, sino el neoliberalismo.
Si ya en 1992, en pleno supuesto final de la historia, Josep Fontana reivindicaba el uso de esta herramienta de conocimiento contra aquellas falacias (“La historia después del fin de la historia”), cuando se cumplían veinticinco años de aquello volvió sobre este asunto en un imprescindible artículo de la revista Claves (“El triunfo del capitalismo realmente existente”) para desmentir el final vaticinado por Fukuyama.
Cree Fontana que el mundo puede observarse desde cuatro variables fundamentales, la paz, la libertad, la democracia y la pobreza, para evaluar cualquier posible “post-historia”:
· De la primera, la paz, lo menos que puede decirse es que no la hemos conocido. En torno a 1500 millones de personas sobreviven en espacios afectados por ciclos repetidos de violencia. Según datos de ACNUR hay un total de 10,55 millones de personas refugiadas de esos conflictos en campos de acogida. Mientras tanto, la industria de armamento aumenta exponencialmente su producción y la vende, sobre todo, a países “en vías de desarrollo” condenándolos a ese ciclo infernal de la guerra y el subdesarrollo.
· Sobre la democracia, pese a su mayor extensión geográfica, no se puede ser complaciente cuando el “mundo libre” apoya y sostiene por todas partes a dictadores sanguinarios, como Obiang Nguema, monarquías absolutas como la saudí o gobernantes corruptos como el de Kirguistán. Algunas de las “nuevas democracias” se limitaron a copiar la formalidad parlamentaria, sin incorporar libertades ni derechos humanos. Ni siquiera las viejas democracias están a salvo de retrocesos de la libertad y el derecho.
· En cuanto a la libertad no hay más remedio que señalar los procesos que la socavan: nuevas formas de trabajo forzado a que son sometidos los trabajadores extranjeros en los propios Estados Unidos (15000 cada año), o la vieja esclavitud que pervive en Mauritania (125.000) o Níger (180.000). Las estimaciones más prudentes de la OIT hablan de no menos de 12,3 millones de trabajadores forzados, pero serían más del doble según otros. A ello hay que añadir el tráfico criminal de seres humanos (entre 600.000 y 800.000 al año), especialmente mujeres y niños, para su explotación sexual o laboral, lucrativo negocio sólo comparable al de armas o drogas.
· Y luego están la pobreza y el hambre que afectan directamente a más de mil millones de personas y cada vez más se da también en países de ingresos medios y dentro de la sociedad opulenta, en forma de cuarto mundo (50 millones de norteamericanos estaban en 2010 insuficientemente alimentados). Con un proceso de urbanización desbocado, se calcula que en 2030 dos tercios de la población mundial habitarán en núcleos urbanos del mundo subdesarrollado y la mayor parte de los que se habrán integrado en ellos serán pobres. La crisis actual aumentará hasta entre 200.000 y 400.000 al año las muertes de niños por malnutrición, mientras otros 44 millones sufrirán daños físicos o mentales permanentes. Mientras uno de cada tres africanos sufría crónicamente hambre en 2010, el continente importaba cada año alimentos por un valor de 33.000 millones de dólares y recibía 3.000 millones más en forma de ayuda alimentaria, un sistema irracional donde los haya.
Este es el triunfante “capitalismo realmente existente”, liberado del “socialismo realmente existente” y debilitadas, cuando no anuladas, las fuerzas que se oponían en el interior de sus propios países a su despliegue cultural, político, económico y militar. Este es el mundo “después de la historia” en el que nos encontramos, el reino de la desigualdad, la “explosión del desorden”. Pero, queremos creer que habrá resistencias, ya las ha habido con más o menos recorrido. La pregunta es cuándo y cómo, ante la magnitud de lo descrito, ante la globalidad de las protestas, surgirá una izquierda mundial, que empiece por desmentir falsos finales. Y en el camino, cuándo y cómo se va construyendo una izquierda europea, que asuma la responsabilidad de representar el sufrimiento de millones de personas que ven esfumarse el espejismo del bienestar. Una izquierda reinventada que sea capaz, desde el interior de las sociedades, de “actuar y pensar, local y globalmente”, reconstruyendo un nuevo proyecto igualitario. Los primeros síntomas de que es posible esa izquierda europea, nueva y plural, deberían aparecer en las próximas Elecciones Europeas de 2014, para dar carta de nacimiento, de una vez por todas, al famoso y escurridizo “demos europeo”. Pero eso requiere el compromiso de globalizar derechos y no capitales, es decir, un internacionalismo que habíamos olvidado.
Fran Sanz y Pepe Reig,
militantes socialistas y miembros de Foro Ético
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Aplausos....Esa es la idea que intento defender en todas y cada una de las reuniones, concentraciones o manifestaciones a las que acudo. Estoy implicado activamente en la lucha por la educación igualitaria y publica, y en estos momentos en un proyecto, que ya en algunos municipios se están llevando a cabo, "la socializacion de libros de textos".
ResponderEliminarMiremos a nuestro alrededor..... Siria, dos años de conflicto armado, sus habitantes masacrados, otros abandonados a su suerte entre fronteras.... la comunidad internacional, realizan embargos aéreos, piden la paralización de venta de armas al dictador, el apoyo a los rebeldes....lo mismo de siempre, nada concreto, nada para ayudar a la población civil, están faltos de ideas o de convicción.
Como anteriormente dije, en cada reunión que asisto, siempre escucho las mismas ideas, manifestación, concentración, protestas,en que se traduce todo esto. El gobierno hace oídos sordos, colapsamos el centro de Madrid a mediodía de un domingo. (Gobierno) "Bueno.....por la tarde, recogerán sus pancartas, pitos y gritos y volverán a su lugares de origen, y mañana vuelve el caos circulatorio y la normalidad"
La ciudadanía española, siempre escucha y dice lo mismo, están hastiados de rojo o azul. España sigue dividida. Es necesario reinventarse, y reinventar las ideas para que vuelva la ilusión y acabar con el desanimo, para romper esa linea que rompe o separa los dos bandos, (aunque también podíamos empujar un poco para desplazar a los azules), pero siempre abiertos a todas las ideas......gracias.
Serio problema el de la legitimación de las democracias occidentales mediante el crecimiento económico, proveniente en buena parte de actividades en el exterior de gobiernos que no hubieran sido toleradas por sus respectivos demos en el interior de sus Estados.
ResponderEliminarJosé Luis Talegón Sanz.