Nos equivocamos los socialistas al no abordar de
un modo serio y profundo la reforma local, durante los casi ocho años de
gobierno socialista, a pesar del gran convencimiento del presidente Rodríguez
Zapatero –que me consta-. a pesar de los magníficos trabajos previos sobre el
asunto, con no pocas aportaciones ilustradas y académicas, a pesar del clamor
de infinidad de alcaldes y concejales de izquierda reclamando esa reforma, a
pesar de la firme insistencia de la Federación Española de Municipios y Provincias,
la reforma local quedó pendiente y quien acabó dirigiendo esa reforma es la
derecha. El resultado final es que se dieron unas grandes corrientes
descentralizadoras que no pudieron encauzarse y que hoy nos obligan a crear las
condiciones para que ello sea posible.
Ciertamente, para el gobierno socialista fueron
años convulsos, el inacabado proceso hacia una España Federal, puesto de
manifiesto por las Comunidades vasca (el fin del terrorismo) y catalana (el
interminable y frustrado proceso del Estatut catalán), más una segunda
legislatura atravesada por la grave crisis que seguimos padeciendo, pueden
amortiguar el error, sin embargo, tales hechos no pueden servir para que en
nuestra agenda política, deje de ocupar un lugar prioritario lo que se ha venido
a llamar en relación con nuestro gobiernos locales: “El eslabón perdido de la
descentralización”.
La reforma local que nos propone la derecha es
uno de los grandes atentados a elementos estructurales de la composición del
Estado, afectan al sentido de la democracia, del compromiso y de la
participación ciudadana, de la creación de “capital social”, a modelos de
desarrollo económico sostenible, a la prestación de servicios básicos para la
calidad de vida, es decir a los derechos de la ciudadanía, así como la pérdida
de espacio público y de sus potencialidades para el cambio y la innovación.
Nada más y nada menos.
La derecha cierra el camino a que nuestros
gobiernos locales ganen peso político, muy al contrario lo dejan en casi nada,
y jueguen un mayor papel en la solución de muchos de nuestros problemas
colectivos que nos plantea la política y, sin dudarlo, la economía, una
economía globalizada interrelacionada con las economías locales. Lo local y lo
global, en definitiva la articulación contradictoria, difícil, compleja y, al
mismo tiempo, apasionante para quienes creemos en la política como actividad
inteligente, creativa e innovadora.
Como bien explican Xose Carlos Arias y Antón Costas, en este asunto, detrás de la
derecha hay una larga tradición ideológica acerca del mundo local, una
ideología del viejo régimen desde Cánovas, Primo de Rivera hasta Franco. Hay,
dicen estos autores, “una especie de renovada tensión entre el poder basado en
el territorio y la libertad de la ciudades.” Para la derecha los Ayuntamientos
son un problema de gasto, no la solución de problema alguno. Después de
esquilmar lo público, después de nutrir temporal e insosteniblemente, con los
ingresos provenientes del “todo urbanizable” del reaccionario Sr. Aznar, a
nuestros Ayuntamientos, dejando de abordar las necesidades reales de las
haciendas locales, la derecha quiere “cerrar los Ayuntamientos”.
También la derecha con su reforma local da la
espalda a Europa, ya desde la cumbre europea de Niza se emplazo a los gobiernos
europeos a hacer frente a la redistribución de competencias entre los
diferentes niveles de gobierno en la UE, de acuerdo con el principio de
subsidiariedad. Son innumerables los documentos, las Directivas europeas que
plantean abordar el desapego ciudadano a la política y la cosa pública, del
propio debilitamiento de la democracia, desde la esfera local.
Lo bien es que en este asunto, hay otras
corrientes de fondo históricas, pues debemos poner de relieve que, en los
tiempos que en España comenzamos la fuerte reestructuración de un Estado
unitario y centralista, hacia la plurinacionalidad y la descentralización, en
Europa y en las partes más avanzadas del mundo, se estaba viviendo un gran
impulso descentralizador precisamente hacia las instancias locales, encauzando
las propias energías políticas y económicas de gran calado que se manifestaban
persistentemente.
En aquellos tiempos, como nos recuerdan Arias y
Antón (1), mientras que en España, en el año 1996, la participación en la
asignación de gasto público de los gobiernos locales era del 12 % (la misma que
en 1980) –con una hegemonía de gobiernos socialistas indiscutible- en los
países más desarrollados la diferencia no admite mucha discusión:
·
Estados
con estructura federal: 25% en EEUU, entre el 17% y el 20% en Alemania, Austria
y Canada.
·
Estados
sin estructuras intermedias (autonómicas): 54% en Dinamarca, 27% Reino Unido,
27% en Italia y el 18% en Francia.
Así las cosas ¿Cuáles son los ejes sobre los que
los socialistas, y la izquierda en su conjunto, debemos encontrar ese “eslabón
perdido”, ¿Qué cambios debemos afrontar?, ¿Es necesaria una nueva organización
administrativa y política?, ¿Afectan a nuestro modo de entender la política?,
¿Son elementos imprescindibles para facilitar una democracia avanzada? ¿Afectan
a nuestro modelo de partido?
En mi opinión, no cabe dudar de que gran parte de
la batalla por esos cambios posibles y necesarios se dá, se está dando ya, en el nivel local, que es el de la política de
proximidad. En lo local, están los espacios para la esperanza, para diseñar y
realizar políticas para la calidad de
vida de la ciudadanía, para planificar y proyectar un nuevo modelo productivo sostenible, ético, equilibrado y duradero,
para la innovación y la calidad
democrática desde la cercanía y la participación de la ciudadanía. Es,
pues, el territorio idóneo para diseñar las instituciones y el partido que
se necesita para un proyecto de esa magnitud. Es la hora pues, de mejorar
nuestra organización partidaria en el ámbito local, de dotarnos de nuevas
ideas, estructuras y funcionamiento en nuestros pueblos, en nuestras comarcas y
en nuestras ciudades.
No es desde una posición defensiva como
conectaremos con las ansias de cambio de la ciudadanía. Al contrario, es la
innovación, en todos los ámbitos, la idea central en torno a la que construir
un modelo de competitividad y sostenibilidad con futuro para nuestro país. Una
sociedad innovadora que requiere de la implicación y complicidad de la
ciudadanía, que exige de un cambio cultural en profundidad apoyado en la
formación y la educación, la diversidad, la participación, la calidad en el
empleo, la responsabilidad social, la igualdad de género, la creatividad, el
espíritu emprendedor y la tolerancia.
Este modelo, deseado, necesario y posible debe ser
el nutriente privilegiado del discurso central de la socialdemocracia, la
izquierda en su conjunto, europea y española. Lo local y lo global, porque la
economía global está íntimamente relacionada con la gestión local y regional,
porque desde lo local deben diseñarse aquellas políticas públicas que den
consistencia a la democracia y a la calidad de vida.
Los socialistas debemos contribuir, pues, a construir un “Proyecto socialista español” en la dinámica de construcción de un “Proyecto Socialista Europeo”.
Entiendo que
los ejes sobre los que iniciar un diálogo en el interior del partido, con
otros partidos progresistas, con los sindicatos y las organizaciones sociales,
con la ciudadanía, en su conjunto; ejes, en resumen, para crear las condiciones
que nos permitan presentar una alternativa creíble de gobiernos progresistas en
nuestras instituciones locales, nuestras Comunidades y en el Estado.
Primero.- Un nueva organización administrativa y
política
El futuro son los gobiernos supramunicipales. Las
Diputaciones deben desaparecer
Vivimos mucho tiempo ya, con instituciones
inadaptadas a una realidad implacable, los gobiernos nacionales decimonónicos no
pueden resolver los grandes problemas de la globalización, ni tampoco pueden llegar
a las demandas progresivamente diversificadas y complejas de una ciudadanía
cada vez más consciente de aquello que afecta a su nivel de vida. Aquellos
modelos de gobierno, asentados en tres ideas básicas: población, territorio y
competencias han saltado por los aíres y pretender la realización de políticas
públicas con ese esquema esta llamado al fracaso.
Los Municipios y Diputaciones han dejado de ser
instancias adecuadas, en su forma
actual, para gestionar la creciente complejidad de las relaciones entre
territorio y vecindario. La ciudadanía reclama proximidad, pero la complejidad
de los problemas requiere un nivel superior de institucionalidad, que a menudo
no resulta cubierto por Ayuntamientos ni Diputaciones. Es preciso sentar las
bases de nueva manera de gobernar más dispuesta para la colaboración, la
cooperación y la decisión compartida entre las distintas administraciones que
concurren en un territorio, se debe acabar con la jerarquía, la burocratización
organizativa y mental y el pensamiento compartimentado.
Debemos crear gobiernos supramunicipales que reciban competencias desde arriba
(Comunidad Autónoma) y desde abajo (Ayuntamientos). Las diputaciones
provinciales deben desaparecer y el nuevo régimen local debe ser capaz de
regular los gobiernos supramunicipales, que no tienen porqué coincidir,
necesariamente con las comarcas existentes en algunas Comunidades, pudiendo
estar formados por agrupaciones de municipios adecuadas a proyectos
organizativos consistentes y con proyecto de fututo.
No obstante, hay una máxima que no puede
eludirse, cuyo sistemático olvido es el causante de la gran crisis de nuestros
Ayuntamientos: las competencias deben estar financiadas de un modo estable y
sostenible, la estabilidad presupuestaria y el rigor del gasto y la certeza del
ingreso son principios infranqueables, como requieren, al tiempo, de la
transparencia y de códigos de conducta, no sólo escritos, sino asumidos como
eje de actuación de quienes ejercen responsabilidades públicas.
El PSOE debe encabezar el debate sobre otro modelo de organización territorial de
nuestra Comunidades, lo que requiere de tres iniciativas ordenadas en el tiempo:
1.
Conferencia del PSOE sobre el modelo
territorial, abierta a expertos y representantes sociales.
2.
Impulso
de las reformas necesarias en las Cortes Generales para la desaparición de las Diputaciones Provinciales.
1.
Iniciativa
legislativa en los órganos legislativos de las distintas CCAA para establecer
ese nuevo marco organizativo territorial
en cada una de ellas.
Segundo.-
Unos servicios públicos para la calidad
de vida. una ciudadanía con derechos.
La justicia social debe seguir siendo un
principio asociado a los socialistas.
La igualdad de los ciudadanos y ciudadanas, la
justicia social debe ser uno de los ejes centrales de nuestro discurso y de
nuestra práctica política. Los servicios públicos son los instrumentos con los
que contamos y, precisamente, aquellos que la derecha, aprovechando la crisis
económica, intenta desmantelar.
La defensa de los servicios públicos es
irrenunciable, debe ser un elemento que nos identifique, pero ello no significa
que la prestación de estos servicios no pueda ser mejorada, que éstos no puedan
ser más eficientes y necesiten de ajustes que puedan ser realizados en los
propios territorios.
Necesitamos un “Programa de reformas del Estado del Bienestar” que lo hagan más
sostenible, viable y justo:
1.
Un
Programa que establezca los mínimos
servicios, prestaciones sociales (para proteger una mínima renta que evite
la exclusión social) y asistencia social
que deben ser garantizados en educación, sanidad, acceso a la vivienda y
asistencia social.
2.
Un
Programa que atienda las situaciones
personales y los territorios: envejecimiento, pobreza, inmigración,
familias monoparentales…
3.
Un
Programa que estudie nuevas formas de
gestión de los servicios más flexibles y eficientes.
Tercero.-
Un nuevo modelo productivo sostenible.
Un modelo para un crecimiento que concilie el desarrollo
económico, social y ambiental en una economía productiva y competitiva.
Hay que reinventar nuestras CCAA, debemos ver la
crisis económica como una oportunidad para nuevas políticas públicas, diseñar
un nuevo modelo productivo directamente vinculado a la educación y la
innovación, una estructura productiva diversificada y un aumento constante de
tecnología en la economía, una sociedad, en resumen, basada en el conocimiento.
Esa sociedad, ese nuevo modelo productivo debe asentarse en los territorios. Es
en ellos donde hay que promover la localización de economías productivas, donde
promocionar la innovación y la inversión tecnológica que los convierta en
“territorios inteligentes promotores del talento”.
Los territorios son, en definitiva, los espacios
desde los que aumentar la cohesión social, el respeto al patrimonio natural y
cultural heredado y los lugares para el pacto y el proyecto colectivo, para
lograr una visión compartida por los agentes económicos y sociales, por los
actores públicos y privados, para la cooperación, la colaboración y la
co-decisión.
Los socialistas debemos ser los primeros
convencidos de que se puede salir de la crisis, de que el modelo productivo
anterior está agotado y no puede volver, de que es posible un modelo sostenible
si la sociedad activa a su gente emprendedora, inconformista y creativa. Esto
nos obliga a nosotros, los socialistas, los defensores de lo público, a innovar
y ser tan creativos como pedimos que sea la sociedad.
El PSOE debe elaborar un “Plan de Economía Sostenible” que permita diseñar “Planes Estratégicos” en los distintos
ámbitos territoriales que respondan a:
1.
La
mejora de la competitividad de las
empresas a través del fomento de la formación, la investigación, la
innovación y el uso de las nuevas tecnologías, así como la renovación de los
sectores tradicionales.
2. El ahorro,
la eficiencia energética y la promoción de las energías limpias. Es
imperativo consumir menos energía a fin de no comprometer nuestras generaciones
futuras. Se hace cada vez más evidente que no será suficiente con definir un
nuevo mix energético, sino que es preciso caminar hacia un nuevo modelo, que
implicará cambios en la definición de las prioridades económicas y de consumo.
Por difícil que ello parezca, es mucho más insostenible seguir con el modelo
actual.
3.
El
fortalecimiento del Estado del Bienestar
y la garantía de sus prestaciones para la cohesión social, mediante una gestión
acorde con el progreso económico de mejora de las prestaciones y la
sostenibilidad financiera de las mismas.
Cuarto.-
El espacio público para la innovación y
la calidad democrática. la cosntrucción de la ciudadanía.
La democracia va más allá de unas formas o unos
procedimientos, debe ser una forma de vida, no hay democracia sin ciudadanía.
Una de las prioridades de la izquierda debe ser
el abrir continuamente nuevos espacios de participación ciudadana para que la
democracia se convierta en una forma de vida y no solo un régimen político.
La vitalidad y la calidad de la democracia
requiere de ciudadanos comprometidos con ella y los gobiernos en mejor
disposición para facilitarla son los gobiernos locales, por ser los más
cercanos a la vida cotidiana. Para ello, para facilitar y promover la
participación democrática los gobiernos han de ser transparentes y crear los
mecanismos que permitan a una ciudadanía informada intervenir en el diseño y
gestión de los asuntos públicos. Las nuevas tecnologías ayudan a explorar
nuevas vías de intervención ciudadana y son los gobiernos locales los más
idóneos para la innovación democrática.
La acción política socialista debe perseguir más
y mejor democracia mediante:
1. El fomento del debate y la concertación con la ciudadanía, así como de la creación de tejido asociativo.
2. La inclusión de los grupos especialmente alejados de la acción pública.
3.
Una
estrategia de innovación democrática
mediante los instrumentos de e-gobierno y e-democracia.
Quinto.-
UN PARTIDO PARA GOBERNAR, CON MÁS PARTICIPACIÓN Y MÁS EFICAZ. UN PARTIDO DE LA
CIUDADANÍA
Un partido abierto y transparente, plural y
radicalmente democrático, un partido moderno y de la ciudadanía.
No creo posible abordar seriamente tan ambicioso
programa, sin introducir cambios en nuestro partido, sin la convicción de que la reforma de los partidos es inaplazable,
los partidos son imprescindibles para la democracia pero tienen cambiar: es la
hora del PSOE. Debemos encontrar los mecanismos que hagan de éste un partido
abierto y transparente, no encerrado en sí mismo y lleno de sombras, debemos
saber gestionar la pluralidad y no eliminarla, ser más exigentes con la
democracia y no quedarnos en una idea pobre de la misma que la reduce a meras
formas, debemos constituirnos en instrumento de gestión política del cambio y
la innovación acogiendo a las capas sociales más dinámicas de la sociedad y por
último, debemos ser un partido moderno, acorde con los tiempos en los que la
vieja política no acaba de morir y la nueva no acaba de nacer, un partido en la
sociedad del conocimiento, un partido inteligente.
A mi
entender, y después de lo dicho, los cambios reclamados requieren cambios en
paralelo del propio partido, de cambios culturales de gran calado, debe
cambiarse el “chip”, debemos ejercer la ciudadanía, antes que la militancia, si
queremos hacer de la militancia un ejercicio “avanzado” de la ciudadanía, si
queremos que el partido sea de la ciudadanía, este “atravesado” de las ideas y
el “ambiente” que imaginamos en una sociedad algo mejor que la que tenemos.
Algunas ideas que abren ese camino, que todos
reconocemos y muchas veces verbalizamos, pueden ordenarse del siguiente modo:
1. Un
partido abierto y transparente
Hay que bajar las barreras que nos impiden tener
una relación fluida con la sociedad, una relación que recoge y escucha lo que
sucede fuera y que permite conocer mejor aquella sociedad a la que se le
transmiten propuestas y soluciones. Se trata de ampliar el escenario político y
público frente a las inercias que nos llevan a limitar ese espacio a las sedes
y las instituciones. Ese exceso de vida interna genera habilidades para la
confrontación interna y desgasta, cuando no inhabilita, para la acción política
eficaz y fructífera, convierte el partido en un fin en sí mismo y expulsa a las
conciencias más críticas y activas que se asoman al mismo, las cuales viven la
militancia como simples luchas intestinas y opacas, de intereses alejados de
los valores y principios por los que adhieren al partido.
2. Un
partido plural
Un partido uniforme no es un partido más eficaz;
un partido de adhesiones inquebrantables, que soporta mal la discrepancia, es
un partido llamado a empequeñecerse. En primer lugar porque la izquierda es
plural y el PSPV como gran partido de la izquierda debe ser capaz de integrar
las distintas sensibilidades, tradiciones, identidades y culturas políticas que
habitan en el ancho campo progresista. En segundo lugar, porque la sociedad es
plural, lo que aporta riqueza y complejidad, y sobre todo, porque frente a un
pasado atravesado por un gran conflicto central, son muchos, hoy, los
conflictos que se dan en la época de la doble dinámica de la individualización
y la globalización. Un partido progresista debe estimular la opinión de su
militancia y de la ciudadanía; el sectarismo, el miedo a discrepar que éste
provoca, no son sólo fenómenos éticamente reprochables, sino una auténtica
despatrimonalización del partido de buenos recursos humanos y la creación de
una cultura política perversa.
3. Un
partido radicalmente democrático
El empobrecimiento de la democracia en los
partidos tiene una correlativa importancia obvia en la calidad democrática de
la sociedad en la que viven. ¿Pueden ser más democráticos los partidos?. Sabemos lo suficiente sobre sus patologías y
debilidades. De los partidos y de la propia democracia, no se pueden ignorar
las dificultades a las que hay que enfrentarse articulando normas y
estableciendo principios, dotándolos de garantías que los hagan eficaces pero,
sobre todo, creando una cultura democrática que recorra los ejes de los
discursos y las acciones de sus dirigentes y de un número suficientemente
importante de militantes y ciudadanos en disposición de dar vida democrática
permanente en el interior de los partidos.
4. Un
partido de la ciudadanía. Las primarias abiertas y la reconstrucción de la base
social del partido
Un partido no es patrimonio de sus militantes y
sus simpatizantes. Éstos lo ocupan temporalmente y tienen más derecho a decidir
sobre sus políticas y sobre sus dirigentes, pero ese derecho no es un derecho
absoluto pues está condicionado a los intereses y los anhelos de la ciudadanía
en su conjunto. La izquierda, heredera de la Ilustración, siempre debe estar
allí donde se produce cualquier género de injusticia, de dominación o de
explotación, de ignorancia, desigualdad,
exclusión o marginación y hoy, todas ellas pueden ser sufridas por muy amplias
capas de la sociedad, las cuales deben estar representadas y ser protagonistas
de la acción pública, estimuladas a ejercer plenamente el estatutos de
ciudadanía, sujetos de derechos y de obligaciones, de compromiso con lo
público, lo de todos y todas. Un partido, en definitiva, que crea y ensancha el
espacio público porque hay más ciudadanos y ciudadanas en disposición de
participar en él y con él.
En este sentido, las primarias ciudadanas son un
instrumento de primer orden para poner las bases de nuevos partidos políticos.
Las primarias ciudadanas no sólo son instrumento de organización del poder
dentro de un partido, cómo se organiza y legitíma el poder en cualquier
organización es un elemento esencial y consustancial a la democracia y la
política misma; no obstante, su reducción a este factor, es un recurso de la
“vieja política”. En el fondo, no sólo se trata de un reduccionismo ignorante y
temeroso del cambio, también esconde un buen número de intereses trabados a lo
largo de demasiadas inercias y necesidades creadoras de estatus y economías.
Las primarias ciudadanas aprobadas en la reciente
Conferencia Política de Noviembre de 2013 son, este sentido, un gran logro, no
sólo para el partido, sino para la democracia española. Bien cierto es que
requerirá de mayor convencimiento, de mayor extensión (incomprensible que en
las ciudades no se aplique) y de una buena reglamentación y desarrollo.
Pero sobre todo requerirá de la firme decisión de
hacer de este mecanismo de elección, un mecanismo de participación y
comunicación, de creación de lazos para conocer y hacer más sabio al partido,
porque escucha, ampliando su foco de atención y más sabia y comprometida a una
ciudadanía que nos escucha y se hace cargo y consciente de la complejidad del
mundo en el que vivimos.
Así las cosas, desde la óptica que hemos expuesto
de lo local -de cercanía y democracia, de reconstrucción de una democracia
empobrecida, necesitada de nuevas legitimaciones, necesitada de una eficiente
asignación de los recursos, de nuevas estructuras y modos de abordar lo
público-, es requisito imprescindible que las alcaldías, en los municipios de
cierta magnitud, sean elegidas en una primera vuelta –primarias-, por el mayor
número de ciudadanos y ciudadanas.
5. Un
partido moderno en la sociedad del conocimiento. Un partido inteligente
Los partidos han jugado un papel fundamental en
la construcción democrática de nuestras sociedades, han integrado capas
sociales excluidas de los procesos políticos, han dado identidades y han sido
capaces de crear e innovar, han sido instrumentos perfectamente insertados en
la modernidad. Hoy, su capacidad se ve notablemente reducida. Con certeza,
explica Daniel Innerarity que, otros ámbitos, como el económico, cultural o
científico ofrecen un mayor dinamismo, una mayor capacidad de adaptación a la
complejidad del mundo en el que vivimos y conviven con la inercia de un sistema
político poco estimulado por esa realidad compleja. En la sociedad del
conocimiento un partido debe estar preparado para aprender, pues el saber y el
conocimiento son los asuntos del poder, ello implica cambios permanentes,
innovación en los métodos de trabajo, una organización inteligente capaz de
sintonizar con los centros de cambio e innovación, así como de crear
pensamiento y conocimiento, de aportar ideas que configuren inteligentemente
espacios públicos. Un partido, en resumen, capaz de no actuar ni burocrática,
ni autoritaria, ni jerárquicamente, preparado para la cooperación y la colaboración,
estimulado por la reflexión y la deliberación, flexible y consciente de sus
limitaciones, capaz de pensar y actuar
local y globalmente, o sea inteligentemente.
(1) “EL ESLABÓN PERDIDO DE LA DESCENTRALIZACIÓN.
Argumentos a favor de los gobiernos locales. Xosé Carlos Arias y Antón Casas.
Claves de la Razón Práctica. Nº 114.
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Fran Sanz.
Abogado. Militante socialista y miembro fundador de la asociación cívica
valenciana REDPUBLICA, miembro de FORO ÉTICO.
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