Sería casi absurdo pedir a la ciudadanía que confíe en la política cuando vemos que no se dan soluciones reales ni a tiempo, cuando parece ser que las decisiones se toman tirando los dados y sobretodo indiciadas por los intereses de algunos. Es lógico, están hartos de que les tomen el pelo. La sociedad está cansada, aburrida, disgustada; ha perdido toda esperanza en un cambio posible que arregle este desaguisado, que dicho sea de paso, no han tenido nada que ver salvo a la hora de elegir a politicuchos del tres al cuarto como sus dirigentes y representantes legislativos.
Cada vez somos más olvidadizos de lo que realmente pide la sociedad. No quieren subvenciones porque sí, ni quieren salarios elevados, ni chalets y coches de lujo; la sociedad quiere un trabajo que les haga sentirse libres y unos derechos sociales conquistados que ven como pierden poco a poco. La vida cambia, avanza, pero ellos sienten que retroceden a una etapa no muy lejana donde la libertad estaba mal vista, una etapa no olvidada por su dureza y su represión. No podemos ni debemos deshacer lo caminado ni lo conseguido.
Y mientras que esto sucede, mientras que se ve como la diferencia entre pobres y ricos es mayor, mientras que las ciudadanas y ciudadanos ven como pierden sus trabajos, mientras que su poder adquisitivo disminuye, mientras que el Gasto Público del Estado se reduce a niveles del año 2000, mientras que por el contrario ven como los impuestos suben y mientras que ven como los ricos están comprando las casas que antes eran los “hogares” de los pobres y que han tenido que dejar de pagar por no tener ni para llevarse a la boca, mientras todo esto sucede, ¿qué hacen los políticos?
Vamos a la deriva y sin capitán. Vamos a la deriva en un mar embravecido y hostil cada vez más lejos de llegar a puerto. Y lo más triste, vamos a la deriva sin hoja de ruta y pidiendo ayuda, pero no nos escuchan. Los políticos no saben qué hacer, dan tumbos por los despachos sin propuestas firmes y realistas, porque ya no tienen credibilidad. No tienen credibilidad cuando son los mismos que estaban en la época de Suarez, no tienen credibilidad porque no tienen legitimidad interna ni en sus partidos, no tienen credibilidad porque son los responsables de que esto vaya mal, no tienen credibilidad porque no piensan en la ciudadanía.
Corrupción, intereses ocultos, ambiciones personalistas, malversaciones de fondos públicos, pantomimas, teatros, dedocracias, pucherazos, un sistema de justicia con carné, un poder legislativo sin libertad ni poder, grifos malgastando dinero por todas partes, duplicidad de sueldos y cargos con responsabilidades dudosamente compatibles, política como profesión y no como vocación, clientelismo, corporativismo político, chupasangres de la sociedad…
Pero no me entiendan mal, no pretendo criticar por criticar. No soy un pesimista que se queja de todo sin aportar, tampoco soy un optimista que espera sentado convencido de que esto se vaya a arreglar solo, soy un realistas que viendo el diagnóstico que hacen los medios de comunicación y, mucho más importante, el diagnóstico que hace la sociedad con sus protestas, marchas y manifestaciones totalmente legítimas, viendo todo esto, actúo.
Tengo la esperanza de que la ciudadanía sea fuerte, y estoy convencido de que tiene más poder del que cree tener. La política no es el problema, la POLÍTICA es la solución. La política no esta compuesta solamente por los diputados, senadores, ministros, consejeros y concejales, la política somos todos y cada uno de nosotros que uniendo nuestras opiniones y propuestas podemos hacer que este sistema funcione de nuevo contando con herramientas como las asociaciones vecinales, los colectivos sectoriales, las plataformas ciudadanas, los sindicatos, organizaciones no gubernamentales, y por supuesto los partidos políticos. Pero para que todos estos mecanismos funcionen se necesita participación activa y real de la ciudadanía, y democracia horizontal. Necesitamos regeneración y reactivación política. Basta ya de la política de pasillo y de salón, necesitamos política asamblearia, que podamos mirar a la cara a la gente de la calle. Necesitamos políticos más directos, que rindan cuentas al electorado que lo vota y no al partido que lo pone en las listas electorales. Necesitamos participación directa de las militancias en los distintos partidos, no nos valen pseudoprimarias ni avales como apoyo con vistas a futuros favores, necesitamos “1militante1voto”. Necesitamos limitación de mandatos que garanticen una regeneración automática y sana de la clase política. Necesitamos transparencia económica y fiscal de los sueldos que nosotros, la ciudadanía, les pagamos. Necesitamos un sistema electoral más directo que vuelva a ilusionar y a ganarse su credibilidad y nuestra confianza. Necesitamos muchas más reformas, pero que desde la resignación, el conformismo, el odio o el “a tomar por culo”, no se pueden acometer.
Por eso, esta reflexión no es un simple tirón de orejas a los políticos que nos “mal gobiernan” es también una llamada de atención a la ciudadanía que debe despertar y reaccionar para hacerse con el control del barco y no vaya más tiempo a la deriva camino del naufragio ni del hundimiento.
Salvador Díaz
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